Una tarde de abril.

Con el calor no es tan difícil respirar, resulta duro de pensar. Tomar decisiones no cuesta, el problema es ejecutar. Hablo sin ser escuchado, la mayoría del tiempo el sudor cruza por mi mente y los pequeños pelos de la espalda me enloquecen. Los ataques de felicidad fluyen al igual que el viento. No estoy muerto, pero no debería estar pensando tanto, tan confinado a simplemente pensar. Debería estar ejecutando. Debería zafarme de las deudas de otro modo. Sé cómo. Me cuesta trabajo ejecutar. Esta tarde saldré y espero no regresar en muchas horas.

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