Milat.

Quizá el recuerdo que mezcle más olores y colores es aquel, cuando jugaba con una amiga en el colegio a los 4 años. En esa ocasión Milat intentaba atrapar a la compañera, entonces en un intento desesperado saltó y logró tocarle el talón, con lo cuál desestabilizó y logró tirar, Milat recuerda el sabor y olor de la sangre de la rodilla de su amiga, ambos degustaron tan extraño aderezo ante la desentendida mirada de sus demás compañeros y maestros. Milat y su amiga nunca se lo dijeron pero ambos siempre se consideraron novios. Milat asistió al colegio que se encontraba cercano a su casa, cada día la Cleo, la criada de su casa, se encargaba de irlo a dejar a pesar que sólo se encontraba a dos cuadras. Cierto día, mientras una leve brisa caía sobre la ciudad, Cleo condujo a Milat al colegio, le dio su beso y la bendición y salió corriendo de regreso a casa; Milat recordó haber dejado la tarea encime del refrigerador, así que salió corriendo detrás de cleo y debido a sus cortos pasos nunca pudo alcanzarla; a pesar de no haberse mojada en una cantidad considerable, Cleo al verlo sufrió de un ataque maternal y tomo de los brazos al pequeño Milat, mientras con lágrimas en los ojos le preguntaba por qué había regresado, a lo cual Milat respondió «dejé mis chorcolatas encima del refri».

Una vez graduado del kindergarden; los padres de Milat, ambos profesores Universitarios, preocupados siempre por el nivel académico de su hijo decidieron que a partir de ese momento siempre lo mantendrían en colegios particulares. Así, debido a las nuevas propuestas de educación se ahorró tres años de educación básica, media y media superior. La relación con sus padres nunca prosperó demasiado, ambos trabajaban casi todo el tiempo, poco era lo que compartían, así que Milat rápidamente compartió su vida con amigos y compañeros de colegio, con quienes lograba crear vínculos fuertes y duraderos. Cuando ya había aprendido a escribir y dividir correctamente, por ahí del segundo grado, conoció a Ceci, una chica del cuarto grado y que por sus grandes pecas y coletas quebradizas resaltaba entre todas las niñas rubias por su particular color opaco. Sólo hubo dos ocasiones en las que Milat pudo intercambiar palabra con Ceci, la primera vez fue tan accidental como el destino final del balón que Milat pateó cuando vio que Ceci se acercaba hacía ella. Los cristales de la ventana estuvieron a no más cerca de 5 centímetros de los pies de Ceci, quien se quedó impávida al observar como todo un ventanal se le iba encima. Milat se acercó a Ceci y la tomó de la mano, ambos corrieron lo más rápido que pudieron hasta llegar al otro extremo del colegio, donde nadie pudiera sospechar de ellos. Milat sólo supo decir «lo siento», Ceci se sonrojó y le regaló un suave beso en la mejilla, mientras se alejaba Milat pensaba «lo siento por tu balón». La segunda vez que Milat habló con Ceci fue la única vez que Milat no llevó lounch al colegio, dos años después del incidente del balón. Cleo no había podido hacerle algo a Milat pues se había sentido con nauseas esa mañana, debido a un embarazo que pronto descubriría. Así que Milat tuvo que enfrentarse a la penosa necesidad de ir a la cooperativa a comprar una torta de milanesa con pollo. Allí, Ceci lo atendió. Milat la miró fijamente a los ojos, Ceci hizo lo mismo mientras le cobraba y daba su cambio. Milat estiró la mano para recibir su dinero y sin esperarlo se sorprendió tomando la mano de Ceci, ella hizo lo mismo y estuvieron así un rato hasta que un niño se percató y empezó a burlarse de ellos: “son novios, se quieren, son novios”. Milat corrió apenado y Ceci se escondió apenada detrás de la cooperativa, donde algunos dicen haber visto un par de lágrimas en sus mejillas.

Milat fue siempre ordenado, no era un impulso obsesivo, sino que él prefería tener sus pertenencias ordenadas, tal vez no con una precisión militar, pero al menos con la atención que los objetos valiosos deben tener. El resto de los días escolares continuaron sin muchos contratiempos, tal vez el único acto que lo inquietaría en su pubertad, sería la ocasión en que Martha, una compañera de la secundaria lo eligió a él como su compañero de mesa de trabajo para el taller de dibujo. Milat hasta ese día nunca se había sentido tan especial como para ser elegido de entre todos los chicos. Milat conoció el sexo a los 17 años, cuando en una fiesta en su casa volvería a encontrase con Ceci. No fue precisamente con ella con quien sostuvo su primera relación, pues a pesar de intercambiar miradas constantemente ninguno de los dos se atrevería a intercambiar palabra alguna. Cerca de las cuatro de la mañana, cuando los cerca de treinta jóvenes que habían invadido la casa comenzaban a dispersarse entre el humo de la marihuana y los charcos de cerveza de la sala, Milat salió a tomar el fresco al jardín frontal. Ahí, sin ninguna inhibición y al parecer movidos por un estado cruzado e incontrolable, Ceci y su acompañante tenían sexo de pie. Milat los miró un segundo, pues a su parecer Ceci se negaba un poco, pues su novio intentaba cargarla. El acompañante de Cecilia cedió y sólo la tomó de una pierna. Milat sintió su estomago abrirse, dio la vuelta y se sentó en la sala. Allí miraba fijamente un disco de Zoé. Quitó a “Armand Van Vuler” y sonó “Vía Lactea”. De la nada Milat sintió una boca besar su nuca y a una mano tocar sus genitales, volteó y comenzó a besar a una mujer flaca que vestía sólo una falda, chanclas y un brassier verde. El espacio entre el baño y el tapete fue el lugar perfecto para que sin tener que dar explicaciones posteriores, Milat perdiera la virginidad con una chica que volvería a encontrar años más tarde al dar clases en Universidad, cuando al despertar en una suite encontraría una foto de su amiga abrazando a esta chica, su hermana Venicce.

Al estudiar la licenciatura, Milat emigró a otra ciudad, abandonando el seno familiar que nunca tuvo, su vida no tuvo mucho cambio aparente, siempre se cocinaba, la mayoría de las noches dormía con amigas o novias, aún cuando sus padres estaban en casa. Milat comenzaba a resentir en su completa soledad pequeños ratos de tristeza, pues siempre quiso tener con quien convivir siempre, no sólo por horarios cortos. En cuatro años nunca tuvo novia, sólo amigas, sexo y amigas. Al salir de la maestría se le presentó la oportunidad de dar clases en su antigua Universidad, donde supliría a una tío que debido a una enfermedad crónica tendría que dejar su plaza. El segundo día de clases Milat conoció a Loren, una alumna que insistentemente lo llamaría Chavalo. Milat no tuvo tiempo de enamorarse de sus alumnas, sus padres fallecieron en un accidente en tren y tuvo que dejar la Universidad para encargarse del emporio de jefitos. Milat dejó los libros por las cifras y las mujeres por los viajes. Conservaría pocas amistades, la mayoría de sus vecinos y misteriosamente de sus amigas amantes que vivían en las lujosas suites de al lado.

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