Loren recuerda estar en brazos de su madre, sentir calor y un extraño olor, el cuál la acompañaría en ocasiones repetidas en su vida, un olor a hospital. La segunda vez que visitó el sanatorio fue cuando su abuela pidió verla antes de morir de cáncer, Loren preguntó a su abuela “a dónde vas a ir cuando te den una nube en el cielo mami?”, “primero iré al mar, y cuando todo sea azul iré a la montilla más alta que encuentre y cuando todo sea azul iré de regreso al cielo y siempre lo tendré azul para tí”.
Loren asistió a la escuela sin mayores contratiempos, nunca fue alumna destacada pero siempre fue inteligente y vivás, argumentando que la escuela le aburría y que prefería leer cuentos o dibujar, en su defecto jugar nintendo. En el kindergarden encontró un placer extraño al tirarse en el pasto para jugar, siempre le encantó la sensación del pasto. Notó de igual forma que sus amigos se acercaban a verla, pensando que lo hacían porque querían disfrutar tanto como ella del pasto, años después se daría cuenta que lo que hacían era verle los chones al ella alzar los pies de reir tanto.
Cuando asistía a la primaria jamás gustó de ir los sábados a catesismo, de no haber sido por su amigo Toño que la ayudaba a escapar por la sacristía, Loren hubiese optado por subir a la torre de la iglesia y amarrarse a un cohete y escapar a la luna, de donde podría espiar a su abuela y/o contar las nubes hechas de caramelo. Loren nunca se aprendió el padre nuestro, así que el día de su comunión sólo movió la boca para que su madrina no la regañara y la llevara a Six Flags como lo prometió. Ese verano Loren conoció la decepción, ella había ganado un Scobby Doo en un juego, pero al quererse subir a la medusa tuvo que dejar su peluche encargado con un tipo que se negaba a dejarla pasar; al regresar por él, el encargado le dijo que una niña ya lo había reclamado y que él pensó que era ella. Loren no quiso subirse a más juegos el resto de la tarde. En el bus de regreso no pegó el ojo pensando en la infame infanta que raptó a su pequeño hijo, pasarían cerca de diez años para que se atreviera a volver al parque.
En la transición de quinto a sexto grado, Loren fue a un campamento con su prima Claudia. Al sexto día, uno antes de regresar a casa, en una caminata; un niño del cual nunca pudo recordar su nombre, la tomó de la mano. Ambos caminaron y en un reparo se sentaron. Loren no se quitó al recibir un suave beso en sus labios, sólo escondió la mirada y no se lo mencionó a Claudia. A partir de ese momento, llamaría al niño que les gustaba chavalo, no importa quien fuera.
La tercera vez que Loren estuvo en un hospital fue cuando en la secundaria sufrió un desmayo en plena final de voley ball, su novio la cortó por el tremendo pancho que armó. Loren siempre se sintió culpable. Ni siquiera tuvo el valor de tener novio los siguientes dos años de su vida. Cuando ingresó al bachillerato conoció el alcohol, las drogas y como se podría pensar, el amor. Pedro enamoró a Loren a base de cartas y detalles con mucho azúcar. Fue bien sabido que durante los próximos diez meses, Loren se detendría en su impulso por besar y desnudarse mientras Pedro hacía lo mismo con él, pues su hermana Sophía le había contado que dolía mucho hacerlo la primera vez, Loren sintió pavor. Sólo hasta que llegó esa noche, una fiesta en la que a temprana edad su hermana se había perdido entre un grupo de jóvenes. Loren y Pedro se quedaron solos en una habitación y mientras Pedro le servía una copa a Loren, esta se lanzó a besarlo. Hacerlo debajo de la cama resultó bastánte incómodo, incluso Loren se retiró de la fiesta sin Pedro, el cual llegó a pensar que eso había significado su ruptura. A los dos días, Erika, amiga de Loren, la llamó para preguntarle por la fiesta, pues se rumoraba que Pedro había sido visto en la cama en la mañana siguiente con Rocío. El estomago de Loren se partió en dos, le hizo a Erika colgar y llamó inmediatamente a Pedro quien con un “tenemos que hablar” le contestó a Loren. Nunca volvería a amar a alguien hasta que entró a la Universidad.
Las visitas al hospital continuaron, la siguiente vez que regresó fue para despedirse de mamá y papá, quienes ese día sufrieron un pequeño accidente, ambos comieron pescado echado a perder y se intoxicaron. Loren partió a otra ciudad a estudiar y tal vez trabajar. En su nueva casa conoció el sexo sin amor y a The Cardigans, siempre pensó que Nina Pergusson tenía la sonrisa de su abuela. En sexto semestre se enamoró se su maestro de taller de formas discursivas, un hombre llamado Milat, del cuál pronto tuvo que desistir al jamás hallar la forma de decírselo. Comenzaron una larga amistad. La cuál siempre se vería amenazada por los constantes viajes de Milat.
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