La llorona se acaba de ir.

La llorona cuida esta noche de mi, con su forma equina me observa desde ahí. La veo con su reboso gris entonando un balbuceo. Le digo «anda amada mía apartate de mi, pues aunque fría mi vida es yo no quiero esta noche despojarte de tu vanidad y en un arrebato darte una muerte tan carnal pues resulta poco práctico mojarte cuando por el miedo no dejo de sudar». La llorona sonríe pero no deja de mirarme, se sienta en el borde y me acaricia el empeine, le digo «anda mujer vete a a dormir pues la penumbra es compañía absurda si de madrugada regresas a morirte por ahí». Se sonroja y se recuesta, pobre aquí me he de morir. Le digo «anda amada mía déjame roncar pues este corazón no es el de un animal y se me tarda en parar». La llorona se envuelve en mi y toca mi entrepierna. Con el miedo en la espina no evito endurecer el cuerpo, cierro los ojos y con pavor respingo «deja ya de moler que no tardaré en despertar y verás que no será justo ahora que con mi lengua te recorra y deje para el final los suspiros». Con un sonrisa se aleja la muy cabrona, riendo mientras ya todo muy despierto intento dejarla de pensar, muy misteriosa resulta la llorona pero como yo ha de buscar quien le calme el aliento cada que un deseo hecho carne le roba el sueño.

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