Ana de la Reguera.

Tranquilo espero a que me mires; no se da en toda la tarde,
detrás de ti hojeo el polvo y saco brillo a las notas bajo el brazo.
A la sombra de tu espalda planeo desistir de mirarte,
me sorprendo traicionado al sonreírte al irnos.
No somos amantes, somos compañeros de profesión,
tan callados y distantes, tan grises, mojados y sonrientes.
Nunca dejarás de ser una estupidez,
mientras yo nunca sabré mentir bien.
Se trata del primer plano detalle que recuerde haber soñado,
eran tus labios raspando la textura de mi imaginario,
es el dolor de nunca haberte besado.

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